lunes, 18 de marzo de 2024

La Corporación (2004) - Costa-Gavras

Parece un poco intempestivo comentar una película que tiene ya casi veinte años, pero la trama resulta de una actualidad aterradora. Su nombre en francés, Le Couperet, nos hace pensar en la motosierra. 

Bruno Davert, personificado por José Díaz, trabajó durante veinte años en una empresa papelera que llevó a cabo una reestructuración por relocalización dejando a seiscientos trabajadores sin empleo. Entre ellos está Bruno, a quien por sus competencias se le augura una pronta reinserción laboral. 


A medida que pasa el tiempo, las entrevistas de trabajo se van haciendo cada vez más esporádicas y dolorosas en la medida en que la necesidad de Bruno y su familia se vuelve cada vez más imperiosa. De repente se le ocurre una idea. Tratar de dar con sus competidores, ingenieros con una formación y trayectoria laboral similares a la suya, y eliminarlos uno por uno. Su objetivo: la Arcadia del Siglo XXI. una importante empresa que fabrica papel a partir del reciclaje pero que lejos está de ese paraíso natural imaginado en el Renacimiento en que hombres y mujeres viven felices y en paz.

Arcadia a cualquier costo, porque como afirma su hija en una escena familiar "sólo un pequeño círculo de privilegiados están en condiciones de elegir los medios". En la guerra, el fin justifica los medios, y  Bruno Davert libra una guerra, solitaria, pero guerra al fin. En el baúl que contiene recuerdos de su padre, quien ha combatido en la Segunda División Blindada -famosa por haber liberado París- encuentra un arma que utilizará para llevar adelante el asesinato selectivo de cada uno de sus competidores. 

Bruno ha comprendido que la libertad de mercado no es otra cosa que una guerra, que la empresa de vivir le exige eliminar a sus enemigos. Vestido de traje casi durante toda la película, cual si fuera un uniforme de guerra, va en su auto en busca de sus víctimas (merecedor del apelativo de "infierno sobre ruedas", somo la 2° DB norteamericana) para ejecutar con premeditación y no sin algún golpe de suerte su siniestro plan. Adentrado el film, los espectadores nos anoticiamos de que el arma que Bruno utiliza es identificada por la policía con una Lüger de las que usaban las SS. El protagonista no parece sorprenderse, como si la imagen de su padre permaneciera intacta (da lo mismo liberar París que exterminar seres humanos) o acaso resulte entonces más afín al perverso -y en definitiva- exitoso plan de Bruno. 


Para terminar, el film tiene además una línea secundaria, pero no menos importante, respecto de la cuestión de la mujer en la sociedad de libre mercado. Costa-Gavras insiste en mostrar en muchas escenas el uso obsceno que la publicidad hace del cuerpo femenino al punto que el espectador experimenta cierta incomodidad por lo reiterativo de esas imágenes. Por otro lado, las dos jóvenes adolescentes que son parte de la trama están obsesionadas por seducir no importa si se trata de policías que vienen a allanar la casa o de cámaras de televisión que se hacen presentes cuando acaban de asesinar a los padres. El imperativo es incondicional: seducir a toda costa y en cualquier circunstancia. Pero sumadas estas armas (la fetichización del cuerpo femenino y el arte de la seducción) conforman el capital humano de esas mujeres, su educación y trayectoria profesional que las convierte en una nueva amenaza en esta guerra interminable de todos contra todos. 

Todos tenemos la libertad de arriesgar nuestra vida y la de nuestros competidores en nombre de la propiedad. "Vida, libertad, propiedad", en ese orden, es el lema que el Gobierno ha elegido para acompañar todos sus actos administrativos. En esta Arcadia, no hay redención. 

Marzo 2024

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